Es natural y comprensible que a Barack Obama le esté yendo bien en su carrera por la Presidencia. El eje de campaña de los candidatos es qué tan distanciados están respecto de quien hoy preside la Casa Blanca, pues – siendo veleidosa como es- la opinión pública no adhiere hoy a George W. Bush como antaño. No hay que menospreciarlo: no es fácil ser electo dos veces en EEUU. Si no, pregúntenle a Jimmy Carter y al propio Bush padre.
La alternativa que aparecía natural desde la oposición demócrata no era sino el mantenimiento del status quo: la opción la representaba la verdadera vicepresidente de su marido que gobernaba mientras él tocaba saxofón; la misma que después fue senadora del estado liberal de “the hands that built America”, como decía Bono; la misma que “perdonó” las infidelidades en la Casa Oval: Hillary R. Clinton
Sin embargo, ella mantenía un flanco abierto: ser parte de la política tradicional estadounidense. La opinión pública estadounidense, en particular los jóvenes, tiene la percepción de que la senadora Clinton es un ser frío y ávido de poder, y por lo mismo, una continuista más. Sus discursos, aunque ocurrentes -por ejemplo aquel en que Hillary se ha proclamado como la segunda Clinton que remediaría los males del segundo Bush- no hacen sino incrementar esa sensación de continuidad.
Frente a esa opción –quien lo dijera, al final Hillary parece más continuista de Bush que rupturista de él- irrumpió un discurso renovador de cambio. Por sí mismo, Obama es un cambio generacional, racial y cultural respecto de la tradicional clase política estadounidense. Hijo de un africano y una blanca de origen nórdico de Kansas que, gracias a su talento, estudió al igual que Michelle, su mujer, en Harvard, en lugar de hacerse rico en un estudio de abogados neoyorquinos, prefirió ir a trabajar con los pobres durante diez años: lo saben las barriadas más miserables de Chicago.
Pero su gran mérito ha sido no generar asintonías entre su vida personal y su discurso político. Veamos las claves, en sus propias palabras, para ver si, al mismo tiempo, dichos discursos nos enseñan un camino inteligente de alternancia en el poder para Chile.
1. Discurso antisistema, contra los políticos tradicionales: “Nuestra política se torno penosa y partidaria, tan echada a perder por dinero e influencia, que no nos permite abordar los grandes problemas que demandan soluciones.” ¿No les suena a discurso conocido? Es cierto, la apatía y la desconfianza respecto de los políticos no es cosa que hayamos inventado en Chile, pero en nuestro medio los índices de popularidad de “los políticos” es casi tan bajo como en cualquier parte del mundo.
Obama se desmarca con facilidad y descaro de los “políticos profesionales”. El hoy senador por Illinois gusta de citar una frase del ex presidente Bill Clinton, al señalar: "La verdad es que uno puede tener experiencia positiva y experiencia negativa. La mía está arraigada en la vida real de gente real, y traerá resultados reales si tenemos valor para cambiar".
2. “Tenemos que cambiar nuestra política.” Si Obama usara algo semejante a “The real troubles of the people”, tendría problemas de inscripción de marca con algunos expertos en marketing político chileno. Su otra frase favorita: “el cambio es lo que va a pasar en América”, con su público gritándole “we want change!, we want change”, muestra que el discurso del cambio y la alternancia funcionan. Debemos alertar, eso sí, que no siempre dicho discurso es sinónimo de resultados positivos: la gente, en especial la más pobre, sufre de aversión a los cambios, incluso los políticos. Ello explica los bajos niveles de incumbencia de los políticos y las altas tasas de reelectibilidad de los mismos.
3. Discurso de unidad. “tenemos que juntar nuestros intereses comunes y nuestros problemas como norteamericanos.” A la gente, ni acá ni allá, le interesan las peleas pequeñas. Los políticos se han desprestigiado con ellas, y es esa la explicación que permite entender por qué a los organismos técnicos –equivocados o no- les va mejor en las evaluaciones que a los entes políticos. Obama tiene claro eso, y por ello es que –no obstante se saque los ojos con Clinton, y luego con McCain- hablará de unidad y de atravesar fronteras. ¿Escucharon claro los que hablan de “desalojo”?
4. Sinceridad ante todo. Como señala Vargas Llosa, Barack posee una “insensata sinceridad con que ha desnudado su vida en su autobiografía y en su campaña.” ¿Qué pecados podrían usar los Clinton en una “guerra sucia” si él ya los ha confesado todos? No es posible sacarlo al pizarrón por los errores que cometió –como el consumo de drogas – pues él ya se adelantó. Y lo que es más importante, el pueblo americano ya lo perdonó.
5. Convoca a la esperanza de tiempos nuevos. “Esto no va a pasar por si solo. Solo usted puede cambiar nuestra política, la gente a través de nuestro país que cree que existe una mejor manera y están dispuestos a trabajar por ese cambio.” Nadie se encanta con un mero cambio. El cambio tiene, en el caso de Obama, un sustento de esperanza, de sueño americano de volver a construir el país que siempre quisieron en especial las clases medias. Después de todo, a todos nos gustan los finales del tipo “happily ever after”
Es cierto que su campaña tiene olor a Starbucks más que a Dunkin´Donuts, lo que acá sería más “pelolais” que “pokemon”. También lo es que sus posibilidades de ganar siguen siendo menores que las de Clinton, pues ganarle a la burocracia establecida siempre es difícil. Pero ¡Por Díos que se puso entretenida la campaña estadounidense con este discurso de “viva el cambio”!
miércoles, febrero 13, 2008
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2 comentarios:
"It is not what the country can do for you..."
Convocar al electorado sigue siendo una gran táctica...
"sangre, sudor y lágrimas"
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